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Nota en Revista Azahar

Planear una boda es un gran desafío.

La armonía y el equilibrio entre las diferentes variables que intervienen es el secreto para que la fiesta sea realmente una burbuja de felicidad.

Las bodas van adquiriendo mayor complejidad y en este sentido, es cada vez más importante la dirección de alguien que se encargue de capitanear el proyecto. Además, los novios quieren que su fiesta se diferencie de las demás; ¿es esto posible?

Es posible. Cada pareja es única y por tanto cada fiesta también puede serlo. Un buen organizador puede descubrir las características de la pareja y reflejarlas en una boda que no se parezca a las demás.

La clave para la organización consiste en descubrir qué teclas de ese gran piano que es una fiesta de bodas habrá que tocar; si se tocan todas juntas resultará una fiesta muy ruidosa y poco armónica, saturada de información. Se necesitan espacios en blanco, picos y mesetas, en los cuales los invitados puedan charlar e interactuar. El camino es desarmar el proyecto en gajos: la comida, la técnica, la decoración, los shows y pensar cómo se intervendrá cada uno.

Para darle contenido e importancia a una boda lo mejor es animarse a la creatividad, a la innovación. No hay que temer combinar estilos. Se casan dos personas diferentes, que tienen familias diferentes, por tanto la diversidad es una realidad. La personalización de la fiesta implica que los novios sean reconocidos en cada detalle; los invitados conocen su historia y disfrutan reconociendo cada toque personal.

La fiesta de bodas se compone de muchas variables, y su articulación dependerá del diseño general del evento. El estilo de la celebración determinará cada uno de sus componentes, la iluminación, la decoración o la artística, hasta detalles como los servilleteros y el accesorio del peinado de la novia. La interacción entre los diversos factores debe ser equilibrada y, además, “intencionada”.

La tarea del “Wedding Planner” se vuelve fundamental en este punto.

Un presupuesto abultado permite mayores contrataciones, aunque no necesariamente un mejor diseño. El diseño es la estrategia para lograr una excelente boda independientemente del presupuesto. Si es bajo hay que establecer prioridades muy claras: que la pista tenga buenas luces, que el cotillón sea protagonista o una barra de tragos fantástica, dependiendo del caso.

La organización de la fiesta

Invitados rendidores

Hay diversos aspectos a atender para garantizar una boda exitosa. Uno de los más importantes, indudablemente, es mimar a los invitados para que se sientan a gusto y disfruten con mucho entusiasmo durante todo el evento. En este tiempo en que se pretenden fiestas cada vez más largas hay que trabajar para que no se pierda el ritmo.

Las bodas duran en promedio ocho o nueve horas, pero algunas se extienden hasta doce o más. Si son diurnas, suelen comenzar a las once con la ceremonia civil o religiosa y terminar ya entrada la noche. En celebraciones tan extensas hay que prever los contenidos para que no se tornen aburridas, y evitar que la fiesta vaya perdiendo invitados cuando aún quedan muchos momentos por presentar.

Para hacer más extensa una fiesta nocturna lo mejor es empezar al atardecer. Es un momento fantástico, se puede realizar el civil con la luz rojizo-anaranjada de la caída del sol y aplicar una estética “Happy Hour” para el comienzo de fiesta. Programar un desayuno para extenderla no es lo más conveniente, hay un cambio de lógica, cuando la noche termina la fiesta se diluye. Sin embargo, pueden incluirse detalles de finalización de fiesta, como cafeteras express o el periódico del nuevo día.

¿Por qué hacer fiestas tan largas? Lo que se disfruta se desea eterno. Las parejas y familias organizan la boda con mucha anticipación, lapso durante el cual se van construyendo muchas ilusiones.

Cuando el día llega, el deseo es que dure todo lo posible. Los organizadores deben lograr balancear el deseo de una boda interminable y los elementos concretos que la componen.

El presupuesto es uno de estos elementos. La edad promedio de la población de la fiesta indicará cuestiones como la duración de las tandas de DJ o cómo articular los momentos gastronómicos. Si es de noche y se proyecta el baile varias horas seguidas, es necesario servir antes una buena comida, además de programar una actividad intermedia de descanso. Es muy importante la administración de los tiempos y tener en cuenta el perfil de los presentes. Si la pretensión es que algo se destaque, es conveniente rodearlo de tranquilidad; si se busca que la pista explote, hay que evitar videos o palabras muy emotivas en los momentos previos. La temperatura de la fiesta se percibe, si las actividades previstas no funcionan tal como se planearon, es indispensable tener la cintura para hacer las modificaciones necesarias.

Es en estos momentos cuando una buena coordinación se evidencia o se hecha en falta.

Fiestas diurnas vs. fiestas nocturnas

Son dos alternativas diferentes, que ofrecen distintas oportunidades para ser aprovechadas por quien diseñe el evento.

Durante el día se logra un clima más sofisticado, fotos con luz natural y sensaciones maravillosas, pero durante la noche la pista de baile explota con más facilidad… y ocurre lo mismo con el impacto del cotillón. Si la celebración es diurna, hay que encontrar la manera de generar la sensación de noche: disponer el lugar para la pista en un interior o en una carpa con luces, es una buena opción. En las bodas nocturnas, será la iluminación la principal aliada; la oscuridad permite jugar mucho más y con los avances del LED se puede transformar absolutamente un lugar a un costo muy accesible.

Las últimas tendencias

Ambientación: En las fiestas diurnas la decoración tiende a lo “Brit” o “American Style”, con grandes bases blancas y toques de color. Para la noche es lo contrario: negro con importantes efectos de iluminación, ya sea cálida o fría. Los casamientos avanzan hacia un concepto de “puesta en escena”.

Técnica: La importancia de este rubro avanzó muchísimo.

Históricamente, la gran vedette era la gastronomía, luego la ambientación, hoy es la técnica: sistemas de pantallas, de iluminación integrada, grúas, pisos luminosos, pistas de diferentes niveles, etc.

Artística: Sin arte no hay festejo. Es el elemento unificador,articula a cada momento de la fiesta: el despacho de comida con la funcionalidad de la ambientación, los shows con los momentos rituales como el vals o el lanzamiento del ramo.

Permite la construcción de momentos que dan fluidez a la fiesta y apelan a las emociones.

Catering: La recepción es un momento libre para presentar distintas opciones, sushi, salteaditos de mollejas, hongos, regionales, alta cocina, etc. En cambio, es más arriesgado innovar con el plato principal. El tradicional asado sigue siendo una opción protagonista. El catering y el tipo de servicio tienen relación directa con el promedio de edad de los invitados. Si es alto, no estarán cómodos en livings, banquitos y sillitas, además, quieren cubiertos y una atención más mimada.

Bebidas: La barra de tragos se ha convertido en un elemento importantísimo. Si el presupuesto es ajustado es preferible priorizarla sobre otros elementos de la fiesta.

Fiestas temáticas: Lo temático es bueno si no satura. Si la fiesta es hawaiana y todas las variables son temáticas la gente se va a ir harta de Hawaii. Además, ¿música hawaiana para bailar?, ¿cómo se incluye cuarteto, rock, brasilero o cumbia? O si el tema es la electrónica, ¿cómo encaja el vals o un civil romántico?

Se pueden hacer módulos temáticos pero si se exagera se corre el riesgo de empalagar

“Sin lugar a dudas el mejor consejo para organizar una boda única es sabernos únicos. Cuando una fiesta nos refleja como individuos, y más aún como pareja, tenemos el viento a favor. Entender que la boda es nuestra y por tanto debe tener nuestro estilo y nuestra impronta, es la mejor receta. Animarnos a transformar una fiesta en NUESTRA fiesta. Es por eso que confiar la organización y el diseño de la boda a un equipo que sepa traducir nuestras particularidades al lenguaje de las fiestas es altamente aconsejable.” Sugerencias de Pablo J. Chufeni